miércoles, 24 de noviembre de 2010

VIDA, VIDA HUMANA Y ALMA

 
Vida no equivale a "vida humana". También los mosquitos, los piojos y los tábanos son seres vivientes. Pero los matamos tranquilamente y nadie cree que esté mal o sea pecado. En cambio, la vida humana es inviolable y sagrada. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?

La filosofía -que es nuestro mejor saber acerca de las cosas humanas- responde que la vida humana es distinta a la animal porque el hombre es un ser capaz de reflexionar sobre sí mismo, y por lo tanto, dotado de autoconciencia. El animal no sabe que tiene que morir; el hombre sí. El animal sufre sólo físicamente; el hombre sufre también psicológica e incluso espiritualmente. De esta manera, el hombre no es distinto del animal hasta que llega a ser consciente de sí mismo y se convierte en un "animal pensante". El niño recién nacido todavía no lo es. Si muere al nacer, no ha sido consciente de su muerte y no sufre "mentalmente" su propia muerte más que cualquier animal. Digamos que la vida humana empieza a ser radicalmente distinta cuando el niño empieza a "darse cuenta". Y no por cierto cuando está aún en el útero de la madre.

 
Por supuesto que esta es una respuesta laica y no vincula a la Iglesia. La Iglesia -estamos ya acostumbrados a decirlo- se apoya en la fé, no en la ciencia. Pero es importante recordar que la antítesis entre fé y ciencia es relativamente creciente, que data no hace más de cuatro siglos. Antes la Iglesia sólo era impugnada en su hegemonía por la filosofía, y el filósofo no podía discutir mucho si quería evitar una condena por herejía, y no acabar como Galileo. Después de Galileo la Iglesia ya no pudo imponer una cosmología (la ptolemaica) que hacía girar el universo en torno a la Tierra ni sostener que Dios está en los cielos explorados por los astrónomos. De 1600 en adelante la Iglesia está cada vez más delimitada or la ciencia. Este retroceso eclesiástico premite incluso que una parte del hombre, su cuerpo, se deje al cuidado de la medicina y la biología. A la Iglesia le queda, sin embargo, lo incorpóreo: el alma.

 
Los argumentos de la ciencia están sometidos a las reglas de la lógica. Y para la lógica yo mato exactamente lo que mato. No puedo matar un futuro, algo que todavía no existe, algo que vendrá. Si mato un renacuajo, mato un renacuajo y no una rana. Si el renacuajo se come una larva de mosquito, mata a una larva, no a un mosquito. Si me como un huevo de gallina, no mato a una gallina. Y así sucesivamente. Por lo tanto no tiene sentido sostener que la interrupción de un embarazo implica asesinar a un ser humano.


Además, una cosa es prevenir el embarazo y otra interrumpirlo, hasta el punto que ambas mantienen relación inversa entre sí: cuanto más se consiga prevenir un embarazo, tanto más se deberá recurrir a su interrupción. Admitamos que, por razones de principios, el aborto nos repugna. Pero la contracepción no es aborto, sino que lo previene y borra "ex ante". Bloquear la fertilidad resuelve el problema antes de que aparezca. Por tanto, la Iglesia no se puede oponer a los contraceptivos (incluyendo la llamada "píldora del día después", que impide el arraigo del óvulo fecundado en el útero) con el argumento de que se comete un asesinato. Entonces, ¿en nombre de qué, con qué otro argumento? La impresión es que la Iglesia hace una montaña de un grano de arena.

Se comprende que la Iglesia pueda convencer al sabio católico creyente y practicante para que escriba sus tesis. Pero quién las suscriba lo hará como hombre de fé, no como hombre de ciencia. Si firma como "profesor", el suyo es un falso testimonio y un abuso de credenciales. La Iglesia también puede convencer al jurista católico para que declare que el feto es persona y que por tanto debe ser protegido por el derecho como se protege a la persona. Lo que equivale a sostener que la interrupción del embarazo es un delito penal. Pero también aquí el jurista habla como creyente, no como jurista.
 
***ARTÍCULO DE GIOVANNI SARTORI "VIDA, VIDA HUMANA Y ALMA", PUBLICADO EN LA REVISTA PLAYBOY VOL.2 No.15 AÑO 2004  

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